Sobre la cama, hay algunos peluches que hacen suponer que aún no puede desprenderse por complemento de esa época que todos añoramos por momentos, la niñez. Un oso de color rosa bebe de un tamaño bastante grande y ya gastado se apodera de la almohada, posiblemente fue el regalado de nacimiento de una tía o abuela.
En una de las esquinas, se encuentra un escritorio. En él, una pila de libros forman una lista de espera para ser leídos, una lámpara, un portalápices y un anotador completan el panorama. Abajo, en el suelo, una cantidad importante de bollitos de papel, como si se hubiera enojado con algo que escribió y en una segunda lectura hubiera elegido desecharlo.
La mesita de luz, contiene todas aquellas cosas que como no tienen un espacio determinado van a parar allí. En uno de los cajones, se encuentra el cargador del celular, una agenda, aritos sueltos sin sus respectivos pares, colitas del pelo un tanto estiradas y una bolsa de caramelos masticables que mata el antojo por la noche.
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