miércoles, 24 de abril de 2013

El error de generalizar

La generalización ha sido desde siempre y  es actualmente uno de los mayores problemas de la sociedad al referirse a un cierto grupo de personas, animales o cosas como un todo en conjunto sin poder observar las características individuales existentes. Según la real academia española generalizar es abstraer lo que es común y esencial a muchas cosas, para formar un concepto general que las comprenda todas. Ahí es cuando cometemos un error. No todo es igual, todo es totalmente variable dependiendo de las circunstancias y el contexto en que sucede, cada cosa tiene su particularidad. No puede ni debe hablarse del todo como una masa homogénea, cuando en realidad el todo es mucho más amplio que un concepto único y cerrado. Generalizar lleva indefectiblemente a anular la individualidad.

Este concepto puede verse claramente reflejado en la sociedad cuando muchas personas se refieren al voto adolescente con la ya cliché frase “a los chicos le falta madurar para poder informarse y así elegir a sus gobernantes correctamente”. ¿Porqué incluir a todos en la misma bolsa? ¿Y de los adultos que podemos decir? ¿Todos están capacitados para votar? ¿Qué es lo que realmente indica que alguien tiene los conocimientos y la responsabilidad necesaria para votar con conciencia? Nadie puede negar que muchos jóvenes de 16 se encuentran desinformados y tienen muy poco o cero interés en participar en política, pero también hay miles que a diario deciden militar en una agrupación o simplemente están informados porque se interesan por la política de su país. En el mundo actual la juventud forma parte de la noticia diaria y con los reclamos por el reconocimiento de sus derechos avanza cada vez más rápido a espacios antes impensados.

Cuantas veces hemos escuchado decir a un adulto “Yo no lo vote”, haciendo referencia a un político que no cumplió con las expectativas deseadas. Detrás de esa frase, tratando de utilizarla como escudo, está el querer desvincularse, el querer echarle la culpa a otro, el querer mirar para un costado y desviar su derecho y responsabilidad como ciudadano adulto a elegir a sus gobernantes. Si el motivo por el que se cuestiona el voto joven es la falta madurez habría que repensar hasta que punto un adulto esta “maduro”, y qué es lo que realmente hace suponer que el paso de los 17 a los 18 años habilita a las personas a votar. No se trata de una cuestión de edad, se trata de tener interés y ganas de colaborar desde el lugar que como ciudadanos nos corresponde. Por eso no hay que acusar con el dedo a todos los jóvenes y señalarlos de incapaces, cuando en la sociedad está lleno de adultos que no adolecen de nada y aún siguen votando sin conciencia.

Generalizar y decir que ningún joven esta formado para emitir un voto responsable es caer en un error. La realidad, la que se observa en los medios de comunicación y la que está a la vista de todos en el día a día, indica que en la juventud actual coexisten las dos caras de la moneda. Por un lado cientos de jóvenes, cada vez de menor edad salen a manifestarse a la calle exigiendo el reconocimiento de sus derechos y mostrándoles a todos que por ser menores sus derechos no están en un nivel inferior que los de los adultos. Mientras que por otro lado, otra porción de la sociedad joven demuestra no estar interesada ni informada sobre la realidad que se vive en el país, en algunos casos simplemente por no tener interés y  en otros por falta de educación.

Los extremos no son buenos, no todo es blanco ni todo es negro. No todo cabe en la misma bolsa. Aunque claro siempre es más sencillo caer en la generalización, de esa forma todo se explica mejor, todo es más sencillo y no hay que ir dando mayores explicaciones. Con la generalización las cosas son así para todos y no hay espacio para ver los grises.

La discusión del voto a los 16 no puede cerrarse en algo tan básico como es la de incluir a todos en un mismo lugar. No se trata de defender a una posición política o a otra, esto va más allá de la ideología y preferencia partidaria que pueda tener cada persona. Se trata de aprender a ver a la sociedad joven tal como lo es, con sus grises incluidos, ni todos son fervientes militantes partidarios de los cuales se sacarán réditos políticos ni todos son adolescentes incapaces e inmaduros como para tomar la decisión que consideran correcta a la hora de elegir a sus gobernantes.

Dejemos que los jóvenes se expresen libremente, que formen su propia opinión de la realidad, que participen, que debatan, que decidan y  que voten. Ampliar los derechos de un segmento de la sociedad nunca puede ser tomado como algo negativo, darle a una persona la posibilidad de elegir siempre es mucho más positivo que hacerla callar.

Incluir más voces y demandas fortalecerá la democracia, la que tanto anhelaba la sociedad en la peor época que le tocó vivir a nuestro país. Si durante la última dictadura militar miles de jóvenes fueron reprimidos y en muchos casos asesinados por tener una ideología formada y por luchar por sus derechos ¿Por qué hoy  negarse a ampliar los derechos de este sector de la sociedad que avanza a pasos agigantados?





Fotos utilizadas:










No hay comentarios:

Publicar un comentario