Los fideos caseros son la especialidad de la nona,
una herencia de su familia italiana. Aunque también cocina exquisitos
postres no hay nada como los tallarines con tuco del
domingo al mediodía. Son para chuparse los dedos. Humedecer el pan en los
restos que quedan es la perdición de los más chicos pero también de alguna
nuera envidiosa que busca poder así encontrar el secreto de ese sabor tan
especial que sólo ella puede lograr.
Desde temprano la abuela comienza a realizarlos, a
veces con la ayuda de su nieta Camila de 12 años. Al preparar la masa, la
mesada se tiñe de blanco e inevitablemente la harina vuela para todos lados. Luego
viene la parte más entretenida, golpearla fuerte -“como si te estuvieras
descargando contra alguien” explica- para lograr la homogeneidad necesaria. El
siguiente paso es estirarla con el palo de amasar. Finalmente, sólo resta
cortarlos y ya están listos para ponerlos en el agua.
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